En ese aposento... se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando... la hora iba a sonar, de las entrañas de bronce del reloj salía un tañido claro, resonante, profundo y extraordinariamente musical, pero de un timbre tan particular y potente que de hora en hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir... para escuchar el sonido; y las parejas danzantes cesaban por fuerza sus evoluciones; durante un momento, en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y mientras aún resonaban los tañidos del reloj, se notaba que los más vehementes palidecían y los de más edad y más sensatos, se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a un confuso ensueño o meditación.
Pero apenas los ecos cesaban del todo, livianas risas se difundían por la reunión...; y se sonreían de su nerviosidad... mientras se prometían unos a otros en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una emocionalidad semejante. Mas, al cabo de sesenta minutos... el reloj daba otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación de antes.
Mas a pesar de esas cosas, la jarana era alegre y magnífica.
E. A. Poe
'La máscara de la muerte roja' (fragmento)
citado en "Insólito Esplendor"
Stephen King
trad. Marta I. Guastavino
Ed. Pomaire (1977)