La Oruga y Alicia se miraron un rato en silencio. Por último, la Oruga se sacó la pipa de la boca y habló con voz lánguida, somnolienta.
–¿Quién eres tú? –dijo la Oruga.
Este no era un comienzo alentador para una conversación. Alicia contestó, algo cautelosamente:
–Yo... yo casi no lo sé, señor, en este momento... por lo menos sé quién era yo cuando me levanté esta mañana, pero me parece que debo haber cambiado varias veces desde entonces.
–¿Qué quieres decir con eso? –dijo severamente la Oruga–. ¡Explícate!
–Temo, señor, que no puedo explicarme –dijo Alicia–, porque no soy yo misma, como usted ve.
–No veo –dijo la Oruga.
–Temo que no puedo explicarlo más claramente –replicó con mucha cortesía Alicia–, porque, para empezar, yo misma no lo entiendo. Y ser de tantos tamaños diferentes en un solo día es muy desconcertante.
–No lo es –dijo la Oruga.
–Bueno, quizá usted no se ha visto en esa situación todavía –dijo Alicia–; pero cuando tenga que transformarse en crisálida (lo hará, como sabe), y después en una mariposa, supongo que se sentirá un poco extraño, ¿no?
–Ni medio –dijo la Oruga.
–Bueno, quizá sus sentimientos son diferentes –dijo Alicia–, lo que yo sé es que me resultaría muy extraño a mí.
–¡Tú! –dijo la Oruga desdeñosamente–. ¿Quién eres tú?
de 'Consejo de una oruga' (fragmento)
en "Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas"
Lewis Carroll
trad. Elías Gallo
ed. Brújula (1968)