lunes, 31 de julio de 2023

la sombra del sicomoro

 




    En Egipto, durante el Nuevo Reino (...), lo que más deseaba el Ba del muerto –si se quiere llamar así a su alma– era pasear por su jardín, pasearse entre las ramas de un sicomoro (se había convertido en una golondrina), gozar de su sombra, beber el agua del estanque, «sin detenerse nunca». Eran los placeres más altos a los que se aspiraba, si ninguna potencia lo había enjaulado, si el simposio de los dioses había autorizado al muerto al que el Ba pertenecía.

   La tumba era lo contrario del lugar solitario y por lo general abandonado, tal como aparece en la era secular. Si acaso, era un lugar de pasaje, un puesto de clasificación. Allí acontecía un continuo ir y venir entre un mundo y otro, un perpetuo movimiento. «Entrar y salir de mi tumba» esperaba el muerto. El deseo más intenso era que la propia alma transformada en golondrina gozase de la sombra del sicomoro que en otro tiempo había plantado, mientras las estatuas en el monumento funerario acogían los alimentos frescos presentados como ofrendas sacrificiales y el cuerpo del muerto reposaba en la tumba. Era una nueva fase de la vida. El difunto no pretendía una resurrección. Le bastaba vivir como golondrina, con continuar viviendo.









de 'Oh Egipto, Egipto' (fragmento)

en "El Cazador Celeste"

Roberto Calasso

trad. Edgardo Dobry

ed. Anagrama (2020)

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