miércoles, 13 de septiembre de 2023

este sello

 




   Ante nosotros había aún una fosforescencia. Pero el horno se ha apagado. Ya no alcanza ni siquiera a calentar las manos. Los dioses exhumados no dan salvación; tendríamos que ir más a la esencia misma. Cuando tomo en mis manos un fósil, por ejemplo un trilobites –hay aquí, en las canteras al pie de la alcazaba, ejemplares magníficamente conservados–, siento la presión de una armonía matemática. Aparecen fundidas, unidas sin fisuras, como en una medalla grabada por la mano de un maestro, la finalidad y la belleza, frescas como el primer día. En este primordial crustáceo debió descubrir el bios el misterio de la estructura ternaria, que luego reaparece muchas otras veces, también sin parentesco natural; figuras transversalmente simétricas se alojan en el tríptico.

   ¿Cuántos millones de años han pasado desde que este ser animaba un mar ya inexistente? Sostengo en mi mano su figura, un sello de belleza imperecedera. También este sello se descompondrá un día o se fundirá en futuros incendios cósmicos. Pero la matriz que le dio forma permanece oculta en la ley y actúa desde ella, fuera del alcance de la muerte y del fuego. 

   Siento que mi mano entra en calor. Si este ser tuviera aún vida, sentiría mi calor, como el gato cuya piel acaricio. Pero ni siquiera la piedra en que se ha transformado puede sustraerse a él; las moléculas se dilatan. Un poco más, un poco más fuerte y comenzaría a moverse en mi mano como si soñara despierto.

   Cierto es que no puedo saltar la barrera, pero siento que estoy en el buen camino.











de '4' (fragmento)

en "Eumeswil"

Ernst Jünger

trad. Marciano Villanueva

ed. Seix Barral (1980)

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