"(...) Desde allí, dañosos vientos lleváronme nueve días por el ponto, abundante en peces, y al décimo arribamos a la tierra de los lotófagos, que se alimentan con un florido manjar. Saltamos a tierra, hicimos aguada y pronto los compañeros empezaron a comer junto a las veleras naves. Y después que hubimos gustado los alimentos y la bebida, envíe algunos compañeros –dos varones a quienes escogí e hice acompañar por un tercero, que fue un heraldo– para que averiguaran cuáles hombres comían el pan en aquella tierra. Fuéronse pronto y juntáronse con los lotófagos, que no tramaron ciertamente la perdición de nuestros amigos, pero les dieron a comer loto, y cuantos probaron este fruto, dulce como la miel, ya no querían llevar noticias ni volverse; antes deseaban permanecer con los lotófagos, comiendo loto, sin acordarse de volver a la patria. Mas yo los llevé por fuerza a las cóncavas naves y, aunque lloraban, los arrastré e hice atar debajo de los bancos. Y mandé que los restantes fieles compañeros entrasen luego en las veloces embarcaciones, no fuera que alguno comiese loto y no pensara en la vuelta. Hiciéronlo enseguida y, sentándose por orden en los bancos, comenzaron a batir con los remos el espumoso mar."
de 'Rapsodia IX' (fragmento)
en "Odisea"
Homero
trad. Luis Segalá y Estalella
ed. Espasa Calpe (1989)
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