Una estrella-anda-sola se desprendió del cielo parpadeante y se deshizo en polvito luminoso antes de llegar a los últimos celajes de la tarde derramada como sangre alrededor de los Matachines que seguían danzando, negando.
Se salvarían. Levantaron los machetes para saludar a la desaparecida anda-sola. Podían romper el juramento que los ataba y dejar el llueve pies y pies y pies con que machacaban la distancia de la vida a la muerte, en la más rabiosa de las danzas.
Romperlo, no. Esa anda-sola que rayó el cielo convertida al caer en rápida lagartija que corría a ras del agua, les anunciaba que podían desatarlo, sin cortarse de la nariz la flor del aire.
fragmento de "Leyenda de Matachines"
en "Leyendas de Guatemala"
Miguel Angel Asturias (1899-1974)
ed. Salvat (1970)
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