lunes, 17 de agosto de 2015

los tres granos







   Hubo cierta vez un muchacho que se llamaba Yurguis. Había hecho tratos con un terrateniente para trabajar de mozo en su finca por espacio de un año.
   –¿Qué sueldo quieres? –le preguntó el señor.
   –Lo que me caiga dentro de la oreja durante el año –replicó el chiquillo.
   El terrateniente accedió. 
   Yurguis trabajó todo el año. Pero tan sólo le habían caído tres granos de cereales en la oreja. Una vez transportaba trigo y se le metió un grano en la oreja; otra vez fue un grano de centeno; la tercera uno de avena. Yurguis envolvió los tres granos en un papel, se despidió de su amo y se fue a buscar mejor suerte. 
   Anduvo durante todo el día. Al anochecer entró en una casa y pidió que le permitieran pernoctar. Como el dueño de la casa consintiera, el muchacho le entregó los tres granos envueltos y le dijo:
   –Le ruego que guarde bien esto; es el sueldo de un año de trabajo.
   El dueño de la casa se llevó el paquetito para guardarlo, pero tuvo curiosidad por saber en qué consistía el sueldo de un año de trabajo. Al ir a desenvolver el paquetito, los granos rodaron por el suelo y, en un abrir y cerrar de ojos, se los comió un gallo...
   A la mañana siguiente, al levantarse, el muchacho se preparó para reanudar la marcha y pidió al dueño de la casa que le devolviera el paquetito.
   –Perdóname, muchacho. Anoche, no pudiendo contener mi curiosidad, desenvolví el paquetito. Cayeron unos granos y el gallo se los comió –replicó el dueño.
   –No, no puedo perdonarte. Era el sueldo de un año de trabajo. Si un gallo se ha comido esos granos, tienes que darme el gallo.




















fragmento de 'Los tres granos de cereales'
en "Cuentos Populares Lituanos"
trad. Laura Andresco
ed. Espasa-Calpe (1965)


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