Al quitarle a la humanidad el derecho a errar –¡las calculadoras electrónicas no pueden equivocarse!– se cometen errores monstruosos puesto que el hombre, quien a pesar de las máquinas seguirá siendo el mismo, continuará errando cada vez más y cada vez peor si carece de esa prudencia de la cual se sabía falible, incluso en la locura; es decir, si está privado de esa humildad que al prepararlo a la tolerancia y a la compasión –porque todavía es no inexorable, hombre que todavía no ha llegado al último grado de la estupidez y que no se ha hecho aún odioso hasta el extremo– lo hacía digno de piedad, de amor, y también de alguna gloria.
de 'El pobre en la ciudad - Discurso sobre "Don Quijote" de Cervantes (1946-1949)' (fragmento)
en "Vida de un hombre"
Giuseppe Ungaretti
trad. Margara Russotto
ed. Monte Avila (1977)
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