lunes, 5 de septiembre de 2022

bebiendo dulce vino

 



Y todo aquel día hasta la puesta del sol estuvimos sentados, comiendo carne en abundancia y bebiendo dulce vino. Cuando el sol se puso y sobrevino la oscuridad, acostáronse los compañeros en las oscuras salas.

   »Mas yo subí a la magnífica cama de Circe y empecé a suplicar a la deidad, que oyó mi voz y a la cual abracé las rodillas. Y, hablándole, estas aladas palabras le decía:

   »ODISEO.–¡Oh Circe! Cúmpleme la promesa que me hiciste de mandarme a mi casa. Ya mi ánimo me incita a partir y también el de los compañeros, quienes apuran mi corazón, rodeándome llorosos, cuando tú estás lejos.  

   »Así hablé. Y la divina entre las diosas contestóme acto seguido:

   »CIRCE.–¡Laertíada, del linaje de Zeus! ¡Odiseo, fecundo en ardides! No os quedéis por más tiempo en esta casa, mal de vuestro grado. Pero ante todas cosas, habéis de emprender un viaje a la morada de Hades y de la veneranda Perséfone para consultar el alma del tebano Tiresias, adivino ciego, cuyas mientes se conservan íntegras. A él tan sólo, después de muerto, diole Perséfone inteligencia y saber, pues los demás revolotean como sombras. 

   »Así dijo. Sentí que se me partía el corazón y, sentado en el lecho, lloraba y no quería vivir ni ver más la lumbre del sol. Pero cuando me harté de llorar y de dar vueltas en la cama, le contesté con estas palabras:

   »ODISEO.–¡Oh Circe! ¿Quién nos guiará en ese viaje, ya que ningún hombre ha llegado jamás al Hades en negro navío?








de 'Rapsodia X' (fragmento)

en "Odisea"

Homero

trad. Luis Segalá y Estalella

ed. Espasa Calpe (1989)


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