viernes, 21 de abril de 2023

en una cueva de Lascaux






día tras día un hombre anhelo polvo muriendo de vuelta al trabajo otra vez, bajo tierra, donde que sea de día o de noche no es sabido ni especialmente relevante para nadie. A la luz de la antorcha o la oscuridad de la antorcha, un poco más ciego con cada regreso al mundo decenas de miles de años antes de Platón, prestamente prosigue. Sin más que su mano anónima marcada de cicatrices y una mente encendida una y otra vez por breves instantes relampagueantes iluminando cosas que nadie más puede ver, cosas que él sabe que nunca recordará entre una o dos que debe memorizar al instante. Sin más que el pincel que él mismo hizo con el pelo de aquél a quien está tratando de invocar, de persuadir hacia este mundo de abajo, hacia el vivir eternamente, demostrar que algo lo puede lograr. ¿Para los ojos de quién? Ahora el pincel parece moverse solo, apenas tironeado como una caña de pescar o una horqueta buscando agua guiando la mano que desaparece poco a poco mientras lo que hace comienza a tornarse reconocible. Un hombre desaparece en la roca del techo o la pared mientras extrae de ella seres que no estaban antes allí, en una oscuridad como de Sixtina, el pincel convertido en varita con la que él está convocando desde la Creación a una de sus criaturas, sugiriendo la presencia de todo un universo homóvoro voraz por encima, pintando entonces con calma con maestría más allá hacia la criatura en gloria y, al hacerlo, abriendo una grieta dilatante a otro, un universo en gloria. Esta criatura es no una imagen, no un reflejo en una laguna sin viento, sino un ser que extrañamente sobrepasa al modelo, sugiriendo un lugar más allá de este hedor de almas, el toser y murmurar de aquellos que pronto entrarán en la tierra y nunca volverán. Este animal es como palabras, que pueden significar lo que dicen y algo arteramente distinto a la vez. Negras nubes voladoras de bisonte, caballos arco iris, grandes ciervos fluyendo sin cesar. . . En su nuevo universo poblado de animales superando en belleza incluso a las imperiosas divinidades del primer mundo iluminado por el sol tronando encima, seres en posesión de los poderes para soportar y dominar ese lugar aterrador, como sencilla figura de palitos se representa a sí mismo. ¿Porqué está él allí siquiera? Ninguno ha sido nunca capaz de recordar de dónde vinieron, o dónde está escondido el camino que los trajo aquí; ninguno recuerda qué era lo que buscaban, los primeros que se pusieron en marcha, qué hogar más elevado, seres como él, la figura de palitos mirando al palito del pincel en su mano izquierda. Algunos han tratado de dar reposo a los corazones que los trajeron hasta aquí, atormentados por un sentido del hogar abandonado hace mucho tiempo o aquél todavía no hallado; desgarrados, se quedan, sus peregrinares finalizados. Otros han continuado, con el tiempo todos tendrán que hacerlo, empujados al sur por el frío, estas cámaras y laberintos desocupados, toda memoria de ellos o bien bruscamente desgarrada en pedazos y devorada, o gradualmente olvidada. En algunos sitios él parece haber dejado la blanca impresión de su mano detrás. No como firma, no para decir quién era él. Para un hombre como éste, quien mejor podría describirse como un campo nevado sin la menor evidencia de que nadie lo haya cruzado. Es relativamente cierto que él nunca ha gastado un segundo de su vida preguntándose lo que otros no aún nacidos podrían decir sobre él o sobre lo que él ha hecho. Él es el legado de los métodos tal como le fueron transmitidos, por su padre, su madre, o uno de los muchos otros que ya no viven más con él, visiblemente. Él es infinita humildad, él es alegría, el genio sin nombre que esconde, tan solo para los ojos de lo invisible, en lo alto entre las sombras de la pared norte de Chartres su Dios Mientras Crea las Aves Ve a Adán en Sus Pensamientos.







Franz Wright (1953-2015)
de 'I am in a chamber of Lascaux'
en "Kindertotenwald"
ed. Alfred A. Knopf (2013)

versión: Ricardo Messina


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