martes, 11 de mayo de 2021

de manera tranquila

 




   Despacio nos llevan los pies de vuelta al monasterio. Muy cerca de nosotros gruñen perros grandes. En el balcón que hay sobre la puerta se apoya una figura. Otro, un sirviente, sale a un lado de los arbustos, donde gruñen los perros. «¡Athanasios! –le llama el monje desde el balcón–. ¡Athanasios!» Lo dice más que lo grita, ordenando tranquilo y suave. «¿Athanasios, quién anda por ahí?» «Son los viajeros que pasean.» «Está bien. Ten cuidado con los perros.» Las palabras son pocas. El diálogo es pequeño entre el sacerdote y el sirviente. Pero el tono era de la época de los patriarcas. Son pocos los elementos que lo componen. Un perdurar intacto de la soberanía sacerdotal, un tono suave de poder indiscutido, hospitalidad ejercida de manera tranquila y natural, la casa, el santuario, guardados por muchos perros. Y sin embargo, esa insignificancia, esas pocas palabras intercambiadas en la noche, eso contiene un ritmo que viene de la eternidad. Esa fuerza vital se remonta a una época a donde no llegan los olivos. Homero no ha nacido todavía, y tales palabras pronunciadas en ese tono, van entre el sacerdote y el criado de boca en boca. Aunque cayese de una estrella lejana sólo una forma insignificante pero viva, la parte de una flor, una brizna de la corteza de un árbol, sería, a pesar de todo, un mensaje que nos haría estremecer. Así sonó aquél diálogo. Hora, atmósfera y lugar lo hacen todo. 








de 'Momentos en Grecia –El convento de San Lucas–' (fragmento)

en "Carta de Lord Chandos y otros textos en prosa"

Hugo von Hofmannsthal

trad. Antón Dieterich

ed. Alba (2001)


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