viernes, 31 de octubre de 2014










   Hay una franja del firmamento que es el Lugar del Cazador. Se encuentra entre Sirio y las Pléyades, Betelgeuse y Aldebarán. En el medio brilla Orión. Es esa área de los cielos entre Géminis y Tauro, al borde de la Vía Láctea. Desde lugares tan distantes como Grecia y la Guyana, las personas han levantado la vista y vieron en ella la escena de una cacería, el rastro de una persecución desesperada. Aquí y allá, a los lados de la huella, pueden verse huesos brillantes y jirones de carne. Y un antílope o una muchacha en fuga. O un hombre corpulento, herido por una joven cazadora: Artemisa. La flecha era siempre disparada desde el punto donde brilla Sirio, siempre enterrada en Orion: otro gran cazador, alcanzado por error, o cálculo inescrutable.

   Aldebaran, Betelgeuse: entre estos nombres fascinantes se halla el Lugar del Cazador. Una historia sangrienta y febril se ha engastado en el cielo. Nos recuerda que continuará sucediendo por siempre. Pero en sus bordes encontramos estos nombres, que se disuelven en la mente y disuelven la mente. Son la fragancia del sonido. Si cada palabra oculta al asesino de la cosa, algo aún sin enmienda desde tiempos inmemoriables, estos nombres emanan una sustancia que es suave y radiante, una sustancia que en vano buscaríamos entre las cosas que son. Quizá es aquí donde un indicio de esa enmienda pueda ser hallado.











Roberto Calasso
'Ka'
trad. del inglés:
Ricardo Messina
trad. del italiano:
Tim Parks
Ed. Vintage (2001)

imagen:
figurita nro. 12
de la serie 10
'Las constelaciones' 
del álbum Nestlé 
'Las Maravillas del Mundo'
tomo 1 (1932)


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