lunes, 20 de abril de 2015

esfera








   Recordemos el dibujo de un mandala, que, en su marco de cuadros y círculos, refleja una experiencia concreta y real de hallarse en el centro del universo. Parece tratarse de un modo primario de ordenar el propio universo, surgiendo en todas partes.
   Más que un fenómeno de difusión cultural, parece ser una estructura mental heredada históricamente, como una garra, un fruto o el número de vértebras. Nos encontramos, según parece, en el campo de la anatomía mental genética o estructura mental. Pienso que existen numerosos esquemas de este tipo. ( ) Me han interesado especialmente los paralelismos (que fascinaban a Jung) entre nuestras secuencias químicas y las efectivas transformaciones embriológicas a través de las que todos nosotros hemos de pasar a lo largo de nuestra ontogénesis. Por ejemplo, en Platón y en algunos otros,  el Hombre Primario es una esfera, y del alma se afirma que es de forma esférica. Recordemos que Aristóteles define el alma como la forma del cuerpo. Por otra parte, si admitimos que nuestro ciclo vital comienza con un zigoto, entonces la primera forma corporal que asumimos en realidad en nuestro proceso ontogenético es una esfera perfecta. Dicha esfera está en el espacio y debe penetrar en la materia. Tiene que implantarse, anidar, hundirse en la tierra, descender. El héroe divino debe penetrar en las fauces de la madre tierra, y desde allí, ha de emprender, antes de poder emerger de nuevo, un largo viaje subterráneo.
( ) Ello une, por último, la serie embriológica a la serie alquímica, a la psicológica y a la mitológica, confirmando la idea de que sufrimos un conjunto de transformaciones estructurales que, ciertamente, no resulta manifiesto ni visible para todos nosotros, a lo largo de nuestra vida.











R.D. Laing (1927-1989)
Los locos y los cuerdos
trad. Silvia Furió
ed. Crítica (1980)



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