miércoles, 23 de marzo de 2016

el voto quebrantado






   Cian, el padre de Lugh, cruzaba la planicie de Louth, que se llama Moy Myeerhevna; alzó la mirada y vio a los tres hijos de Turann que venían hacia él. Un negro odio mediaba entre él mismo y los hijos de Turann, y Cian se había propuesto no encontrárselos. Adoptó la forma de un jabalí salvaje y se ocultó entre una manada de puercos. Brian, Ur y Urcar, los hijos de Turann, le vieron hacer y el enojo surgió en ellos. 
   –¡Sal de ahí! –gritaron–. Muéstranos tu rostro.
   Pero Cian no salió.
   Ur y Urcar se convirtieron en sabuesos y acosaron al extraño jabalí para que saliera de la manada. Brian le arrojó su lanza, y al sentirse herido, Cian clamó:
   –¡Detente, Brian, hijo de Turann! ¡No me mates bajo la forma de un cerdo!
   –Toma pues tu propia forma.
   Cian tomó su propia forma, y dijo:
   –Vosotros veis ahora mi rostro, Hijos de Turann, salpicado de sangre. ¡Bien me reconocisteis desde un principio, y bien os reconocí yo, ¡perjuros, quebrantadores del voto!
   –¡Que las trabas de la muerte caigan sobre tu lengua venenosa!–dijo Urcar–. ¡Retira tus palabras!
   –No las retiraré, Hijos de la Víbora. Matadme, y cada gota de sangre os delatará. Aun vuestras propias armas os delatarán en el Lugar de la Asamblea.
   –Te mataremos con armas que no puedan delatar –dijeron los Hijos de Turann, levantando grandes piedras y rocas de la tierra, y apedrearon a Cian hasta que estuvo muerto.

   Los Hijos de Turann sepultaron en el suelo el cuerpo de Cian a la profundidad de la altura de un hombre, pero la tierra rehusó esconder el cuerpo y se los lanzó de nuevo hacia arriba. Lo sepultaron por segunda vez, y una segunda vez la tierra rehusó esconder el cuerpo y lo lanzó hacia arriba ante ellos. Seis veces lo sepultaron, y seis veces la tierra lo lanzó hacia arriba. Lo sepultaron por séptima vez, y esta vez la tierra no hizo seña alguna. El cuerpo de Cian quedó oculto, y los Hijos de Turann se apresuraron a abandonar el lugar para ir a la corte del Rey Nuada y dejarse ver con los demás guerreros.

   La tierra envió un vientecillo a Lugh Lauve Fauda, que le tocó el rostro y los párpados; levantó los rizos espesos de su cabello; tocó su mano como un sabueso toca la mano de un amo querido, y Lugh supo que el viento había venido por él. Lo siguió hasta llegar al lugar donde Cian había sido ultimado.
   –Oh Lugh –dijo la Tierra–, el voto de hermandad ha sido quebrantado. Los Hijos de Turann han muerto a tu padre. ¡Mira que pobre criatura destrozada cubro! 
   La Tierra dejó al descubierto el cuerpo de Cian. Lugh miró ese cuerpo lacerado y cubierto de sangre, y la pisoteada y deshonrada tierra, y en sus ojos se formaron lentamente dos lágrimas. Las enjugó, y entonces vio que la tierra había hecho brotar junto a él un pequeño pozo de agua pura. Se inclinó por encima del pozo, y dijo:
   –¡Oh Tierra, absuelve el voto quebrantado!
   La pequeña fuente en el corazón del pozo saltó a modo de respuesta, y nueve burbujas cristalinas subieron a través del agua. Lugh hizo un cuenco con sus dos manos y recogió agua del pozo; la roció sobre el suelo destrozado, y volvió el verdor a la pisoteada hierba. La roció sobre el cuerpo tumefacto de su padre, y éste volvió a quedar intacto y puro.
   –Oh Tierra –dijo–, la más noble y bienamada, yo vindicaré tu agravio.

















Ella Young (1867-1956)
fragmento de 'La pena
compensatoria de Lugh'
en "Cuentos Maravillosos 
de la Irlanda Céltica"
trad. Mónica Cumar y Juan Zegers
ed. Columba (1991)

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