miércoles, 12 de abril de 2017

como espejo temblante (alchimia XXII)





   La cuarta cerca no estaba acabada ni tenía almenas como todas las pasadas por dar a entender que cada día se acrecientan más artes. Tenía las puertas de cristal, escritas con letras bermejas y blancas estas palabras: Sine eo factum est nihil. El que abría no oía bien y traía una pella de cera en las manos, la cual continuadamente masticaba. Aquí se volvió Hermes en figura de agua que no moja y subióse por la tierra. Luego vinieron gentes que lo buscaban y sacaban y traían de mano en mano, haciendo cosas maravillosas juntándole con otros materiales. El agua era lúcida, como espejo temblante a guisa de metal, y corrió a lo más bajo hacia unas grandes cuevas, y luego subióse por la tierra, y los que vinieron con extraños artificios cavaron en pocos hondos y hallaron la piedra del lucífico. Unos sacaban agua, otros cavaban, otros aparejaban grandes fuegos en que la piedra fuese cocida, y de allí la sacaban y la mundificaban. Unos la volvían con azufre, y por el cocimiento hacían cinabrio. Otros con baños de estaño y de plomo la congelaban. Otros con zumos la mortificaban. Otros con óleos y lechos y gomas por asamientos la fijaban. Otros por sublimación lo tornaban en polvo.  Otros por esa misma vía de guisa cristalina. Otros lo purificaban por encarcelamiento y formas de saber. Otros lo disolvían en láminas de hierro. Otros de piedra. Otros de vidrio. 














de 'La carta alquímica de Don Enrique de Villena' (fragmento)
en "Cinco tratados españoles de alquimia"
Juan Eslava Galan
ed. Tecnos (1987)

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