miércoles, 20 de mayo de 2015

minucias









Diadorín y yo, nosotros dos. Dábamos paseos. Con ese así, nos diferenciábamos de los otros; porque el yagunzo no es de mucha conversación continuada ni de amistades estrechas: muchos de ellos se mezclan y desmezclan, al acaso, pero cada uno está hecho uno por sí. De nosotros dos juntos, nadie nada no hablaba. Tenían buena prudencia. Dijese uno, se guasease, digo: podía morir. Se acostumbraban a vernos parejamente. Que no más maliciaban. Y estábamos conversando cerca de la acequia, conducto de vieja hacienda, donde el berro da flor. Con ese luz-fuz, iba oscureciendo. Diadorín encendió un fueguito, yo fui a buscar mazorcas. Mariposas, pasaban muchas, por entre nuestras caras, y abejorros grandotes tropezaban. Soplaba una brisbrisa.       
El i-ah del viento volvía, con un olor de alguna lluvia cerca. Y el chií de los grillos reunía el campo, a cuadros. Por mí, solo, de tantas minucias, no era capaz de arrecordarme, no soy de apárame en poca cosa; pero la añoranza me arrecuerda. Que fuese hoy.















João Guimarães Rosa (1908-1967)
fragmento de "Gran Sertón: Veredas"
trad: Angel Crespo
ed. Seix Barral (1983)





No hay comentarios:

Publicar un comentario