Dulcarnáin, entonces, se metió en su cofre y se sumergió en el mar. Durante setenta y tres días, las olas jugaron con él, llevándolo de un lado para otro, hasta que el agua fue adelgazando sus paredes y las dejó transparentes y no más espesas que la fárfara de un huevo. Entonces Alá se apiadó de él y mandó al Ángel del Mar que fuese a salvarle.
«¿Quién eres tú?», preguntó Dulcarnáin al verle. Y el Ángel respondió: «Yo soy el Ángel del Mar y estoy encargado por mi Señor del mar y de toda ola que en él corre. ¿No ha llegado a ti la sal del mar? -le preguntó al ver el estado de las paredes de su cofre-. Pues juro por Aquel en cuya mano está mi alma, que si hubiera tardado en venir el tiempo de un abrir y cerrar de ojos, se hubiera agujereado tu cofre y hubiera descendido contigo en el mar hasta las tinieblas y el viento. Y no hubieras llegado a su fondo en quinientos años.»
fragmento de 'Expedición submarina de Dulcarnáin'
en "Antología de Leyendas de la Literatura Universal"
comp. V. García de Diego
ed. Labor (1954)
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