Grecia tuvo miedo de Apolo incluso antes de que naciera. Leto recorría las tierras e islas del Egeo sufriendo los dolores del parto; era la más amable de las diosas y poseía todas las cualidades que su hijo iba a ignorar con actitud violenta. Solicitó acogida. Pero las tierras y las islas conocían a Apolo antes de nacer y temblaban ante la idea de verle pisar su suelo. Le negaron cobijo, y así el dios conoció el dolor y la dificultad de venir al mundo, lo mismo que los seres humanos. Finalmente, Leto se dirigió a Delos, la isla del Egeo más pequeña y oscura, y le ofreció un templo. También Delos temblaba. Temía que el joven dios la despreciase y, hollándola con sus pies, la hundiera en las aguas del mar, en cuyo caso las olas la hubieran sumergido, los pulpos habrían hecho en ella sus guaridas y las focas habrían poblado su desierta superficie. Leto le juró: «Aquí se alzarán siempre el fragante altar de Febo y su santuario, y él te honrará más que a cualquier otra tierra». Sólo entonces aceptó Delos acoger a la madre y a su hijo.
Pietro Citati
fragmento del 'Prólogo'
en "Ulises y la Odisea"
trad. José Luis Gil Aristu
ed. Galaxia Gutenberg (2008)
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