miércoles, 18 de octubre de 2017

amplios álamos negros






   Fue allí donde en tiempos, fulminado en su pecho por un rayo ardiente, cayó el semiabrasado Faetonte del carro de Helios en la boca del profundo estuario. Aun ahora exhala aquél un pesado vapor por la candente herida, y ni siquiera un ave puede cruzar por encima de aquel agua batiendo sus rápidas alas, sin que deje de precipitarse, en medio de su vuelo, sobre las llamas. En torno al lugar las jóvenes Helíades, metamorfoseadas en amplios álamos negros, lloran apenadas por su hermano su queja sonora, y desde sus párpados derraman hasta el suelo gotas de brillante ámbar, que se secan al sol sobre aquellas arenas. Pero cuando bajo las ráfagas del viento ululante baten las riberas las aguas de la oscura ensenada, entonces se las lleva y arrastra en tropel el oleaje en su reflujo.

















Apolonio de Rodas (295-215 a. C.)
del 'Canto cuarto' (fragmento)
en "El viaje de los argonautas"
trad. Carlos García Gual
ed. Alianza (1987)

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