Todos mis poderes ahora derrocados
Cualquier fuerza que resta no es sino propia
Y ya muy tenue : Ahora es cierto,
Podrían aquí confinarme
O enviarme a Nápoles. No me dejen,
Habiendo recuperado mi ducado
Y perdonado al traidor, morar
En esta isla desolada por tu hechizo;
Mas líbrame de mis ataduras
Con la ayuda de tus buenas manos:
Vuestro gentil aliento mis velas
Debe henchir, o mi proyecto fracasará,
Cual fuera el de agradar. Carezco ahora
De espíritus bajo mi mando, ni artes para encantar.
Y la desesperación es mi final,
A menos que reciba el consuelo de una plegaria,
Cuyo embate es tal que acomete contra
La piedad misma y absuelve toda falta.
Y así como serías de tus crímenes perdonado,
Permite me libere tu indulgencia.
'Epílogo'
de "La Tempestad"
William Shakespeare
versión R. M.
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