jueves, 26 de noviembre de 2015

el trovador vagabundo






   Nadie sabe de dónde vino Lan Ts'ai. Las leyendas dicen que siempre iba vestido con andrajos de colores, llevaba flores en el pelo y una vara de un metro de largo que utilizaba a modo de bastón. A veces se vestía de hombre, y a veces de mujer. Sólo utilizaba un zapato; el otro pie lo llevaba siempre descalzo. En verano, usaba ropas de algodón y de lana; en invierno, se tumbaba desnudo sobre el hielo y expulsaba aire caliente por la boca. 
   Ts'ai no tenía casa. Vagaba por pueblos y ciudades entreteniendo a la gente y nunca se quedaba en ninguna parte durante más de un mes. Sus lugares favoritos eran las posadas y tabernas, donde bebía y divertía a los parroquianos con canciones sobre la vida en el país de los inmortales. Pero el público favorito de Ts'ai-ho eran los niños y los viejos que se juntaban en las esquinas de la calle para oírle cantar.
    Cuando le daban algunas monedas por su actuación, Ts'ai-ho las ataba a una cuerda y las arrastraba tras de sí al caminar. No le preocupaba perder su dinero. Si le quedaba algo después de pagar la comida y la bebida, lo repartía entre los pobres. 
   Un día, mientras comía y bebía en la terraza de una posada, Lan Ts'ai-ho escuchó una música de caramillos y flautas. Cuando una grulla bajó volando del cielo y se posó sobre su mesa, supo que había llegado el momento de marcharse al reino inmortal. Saltó al lomo de la grulla, tiró al suelo su zapato y su faja y voló hacia el cielo. Cuando la gente en la calle trató de coger sus pertenencias, zapato y faja habían desaparecido.









Eva Wong
"Cuentos de los Inmortales Taoistas"
trad. María Tabuyo y Agustín López
ed. Paidós (2005)


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