El maíz, las semillas rosadas y amarillas. Ya cerca del suelo parecieron lentejuelas y brillantes.
Y dentro de la tierra daban un rumor que denostó la formación de una ciudad, que enseguida, afloró. Como una estación interestelar, circuitos, chisperíos.
Las gacelas, recién separadas del vientre de la madre, notaron algo inusual en el mundo, y volaban –apenas nacidas– arriba de los montes. Las asaltaron los leopardos.
Cada pájaro en su nido, escuchaba de perfil, aquel barullo. Y yo, aterrada y encantada, no podía dejar de mirar la ciudadela del maíz, mazorcas, pedrerías. Y ansiaba que no terminase la noche, demorara el sol.
Era tan ilusa que creía que iba a haber más días.
Marosa di Giorgio (1932-2004)
de 'En todos los vestidos bordaban nomeolvides' -39-
en "Los papeles salvajes"
ed. Adriana Hidalgo (2008)
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