¡Estalla, oh savia no destetada! El amor deflagra en todas partes, aun bajo los huesos y bajo el cuerpo. La tierra misma cambia de corteza. ¡Viene el celo, viene la brama! y el hombre, todo abismo, aún se inclina sin pena sobre la noche de su corazón. Escucha, oh corazón fiel, este batir bajo tierra de un ala inexorable... El ruido despierta y salva el enjambre sonoro de su colmena; y el tiempo enjaulado nos hace oír a lo lejos su martilleo de pico-rojo... Las ocas silvestres se nutren en las orillas muertas de los arrozales, y los graneros públicos ¿cederán una noche al empuje de las marejadas populares?... Oh tierra de lo sagrado y del prodigio–tierra pródiga aún para el hombre hasta en sus fuentes submarinas honradas por los Césares, ¡cuántas maravillas suben todavía hacia nosotros desde el abismo de tus noches! Así, en tiempo de incubación de tormenta –¿de verdad lo sabíamos nosotros?– los pequeños pulpos de gran fondo suben con la noche hacia la faz tumefacta de las aguas.
de 'Sequía' (fragmento)
en "Canto por un equinoccio"
Saint-John Perse
trad. Elsa Cross
ed. UNAM–INBA–UAM (1987)
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