Las plantas, destinadas antaño a la inmovilidad, amenazadas por la muerte, dieron curso a muchos ardides para sobrevivir. En las condiciones más extremas que podía otorgar la superficie emergida de la tierra (...) las plantas situadas en condiciones difíciles, a fin de no perecer, se las ingeniaron en todas las direcciones imaginables, tantearon todas las posibilidades disponibles a su alrededor. Esas transacciones originarias, que tienen lugar en la superficie del suelo, son los brotes de las danzas. En el espacio malévolo, o bien tórrido, o bien helado, un día las plantas inventaron la superficie mínima. Es el acurrucamiento. Más tarde recurrieron a la lentitud. Como apelaban a las reservas más remotas, profundas, invisibles, inagotables, inevaporables, debajo de la tierra, drenaban todo lo que podía haber de vida, en cualquier forma que tuviera, en el mundo infernal. Lento, extremadamente lento es el ascenso de ese mundo subterráneo al mundo de luz.
Es la naturaleza en la superficie de la tierra.
Tal como antaño habían incorporado al sol para alimentarse, finalmente las plantas usaron la noche para brindarse a sí mismas su alegría con el rocío que producen transpirándolo en las horas en que la sombra es más profunda. Su sexo entonces es su olor.
Son las flores.
Tales son quizás los tres primeros estadios de la danza así como lo son de la naturaleza. Acurrucamiento. Lentitud. Oscuridad.
del Capítulo IX - 5. 'La naturaleza'
en "El origen de la danza"
Pascal Quignard
trad. Silvio Mattoni
ed. Interzona (2017)
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