Cuando Hades habló de raptar a Core, Zeus sintió que había llegado el momento en que un nuevo anillo se sumara al nudo de las serpientes. Esta vez, sin embargo, no le tocaba a él actuar. Sería un testigo cómplice. Sobre el cuerpo de lo visible lo invisible reafirmaba ahora sus derechos con el rigor más severo: sus relaciones, largo tiempo difundidas y mezcladas en la vida sobre la tierra, encontrarían en otro lugar su baricentro.
Hades reivindicaba la supremacía del otro mundo: aislado, separado, silencioso. Pero ese otro mundo culminaba en la flor de lo visible, y esa flor era Perséfone. Junto a ella, el secreto de la serpiente, que –de serpiente en serpiente– se había transmitido hasta Zeus serpiente, emigraría entonces a lo invisible, y el propio Zeus tendría que cederlo para que siguiera actuando. Esa visita presagiaba un momento de inmenso desequilibrio en el Olimpo y en la tierra.
del capítulo VII (fragmento)
en "Las bodas de Cadmo y Harmonía"
Roberto Calasso
trad. Joaquín Jordá
ed. Anagrama (1990)
No hay comentarios:
Publicar un comentario