Naturalistas y poetas antiguos (...) presentan al ciervo como particular e implacable enemigo de todas las serpientes, a las que persigue en su odio hasta bajo tierra. (...) Marcial y Plutarco añaden que el ciervo, con el aliento de sus narices –otros dicen que de su boca– hace salir a las serpientes de sus moradas subterráneas y que entonces las devora, adquiriendo con ello una nueva juventud.
de 'El ciervo' (fragmento)
en "El bestiario de Cristo"
L. Charbonneau-Lassay
trad. Francesc Gutiérrez
ed. José J. de Olañeta (1997)
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