Morraha se levantó por la mañana, se lavó las manos y la cara, rezó sus oraciones, tomó su desayuno y pidió a Dios un próspero día para él. Luego bajó a la orilla del mar, y vio una barca, pequeña y verde, que venía hacia él; y en ella había un joven gimnasta, jugando con un bastón desde la proa hasta la popa del bote. Era un bastón de oro, y de plata la pelota que golpeaba, y no dejó de jugar hasta que la barca llegó a la orilla. Entonces, lanzó un cabo a una roca y tirando de él la depositó suavemente sobre la hierba verde, y la aseguró con tales amarraduras como si para un año y un día tuviese que hacerlo y no tan sólo para unas pocas horas.
Morraha saludó al joven con cortesía; el otro le devolvió el saludo de la misma manera y le preguntó si quería jugar una partida de cartas con él. Morraha contestó que no tenía con qué; a lo que el otro le respondió que él "nunca estaba sin una vela", o algo por el estilo; y metiéndose la mano en el bolsillo, sacó como por encantamiento una mesa, dos sillas y un mazo de cartas.
Se sentaron en las sillas y se pusieron a jugar. Morraha ganó la primera partida, y el Esbelto Atleta Rojo le invitó a que fijara la ganancia.
de 'Morraha' (fragmento)
en "Cuentos Celtas"
Joseph Jacobs
trad. Ramón Martínez Castellote
ed. Miraguano (1985)
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