sábado, 24 de junio de 2023

pasteles de puro trigo

 




   Cathal, rey de Munster, era un buen rey y un gran guerrero. Pero una bestia, invisible, maligna y violenta vino a morar dentro de él, provocándole un hambre incesante, que nunca satisfacía. De modo que, sólo para desayunar, devoraba un cerdo, una vaca, una ternera, tres veintenas de pasteles de puro trigo, y una tinaja de cerveza; mientras que, lo que comía en el gran banquete del día, sobrepasa toda descripción o relato. De esta manera pasó tres años y medio, y durante este tiempo fue la ruina de Munster, y probablemente habría arruinado a toda Irlanda en tan sólo medio año más. 

   Por aquel tiempo vivía en Armagh un joven y famoso sabio, cuyo nombre era Anier MacConglinney. Este oyó hablar del extraño mal que aquejaba al rey Cathal, y de la abundancia de comida, bebida, de lácteos, cerveza y aguamiel, que habían de tener siempre en la corte del rey. Entonces, decidió ir a probar fortuna, y ver si podía ser de alguna ayuda para el rey.

   Se levantó temprano aquella mañana, plegó su camisa, y se envolvió en los pliegues de su abrigo blanco. En su mano derecha llevaba su bien equilibrado y nudoso cayado. 

   Dio una vuelta a su casa en el sentido de su mano derecha, se despidió de sus tutores y partió.

   Viajó a través de toda Irlanda, hasta que llegó a la casa de Pichan. Allí se detuvo, contó historias, e hizo a todos felices. Pero Pichan le dijo:

   "Aunque grande es el regocijo, hijo de la sabiduría, a mí no me alegra."

   "¿Y por qué?", preguntó Mac Conglinney.

   "¿No sabes, joven erudito, que Cathal viene esta noche a mi casa con toda su hueste? Y, si la gran hueste ya es molesta, la comida principal del rey lo es aún más; y, por intranquilizadora que la primera sea, mucho más lo es el gran banquete. Tres cosas hacen falta para este último: un bushel de avena, otro de manzanas silvestres, y otro más de tortas de harina."

   "¿Qué recompensa me darías si yo te protegiera del rey desde este momento hasta mañana a la misma hora?", preguntó el sabio.

   "Una oveja blanca de cada rebaño que haya desde Carn hasta Cork."

   "Me parece bien", dijo MacConglinney.









de 'La visión de MacConglinney' (fragmento)

en "Cuentos Celtas"

Joseph Jacobs

trad. Ramón Martínez Castellote

ed. Miraguano (1985)


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