A cierta muchacha la prometieron sus padres en matrimonio a un joven. A ella no le gustaba el joven, así que se negó a casarse con él y dijo que ya elegiría ella marido.
Poco después llegó al pueblo un joven de muy gran vigor y belleza. La chica se enamoró de él nada más verle y dijo a sus padres que había encontrado al hombre con quien quería casarse, y como él no se opuso, pronto se celebró la boda.
Pero resulta que aquél joven no era un hombre, sino una hiena, pues aunque lo normal es que las mujeres se conviertan en hienas y los hombres en halcones, la hiena puede convertirse en hombre o en mujer, según le plazca.
Durante la primera noche que los recién casados dormían juntos, el marido dijo:
–Supongamos que al ir a mi pueblo reñimos en el camino, ¿qué harías?
La mujer contestó que se convertiría en árbol, a lo que el hombre repuso que aún así podría atraparla.
Ella dijo que, en tal caso, se convertiría en alberca.
–¡Oh!, eso no me preocuparía –dijo el hombre-hiena–. Te atraparía igualmente.
–Bueno, pues entonces me convertiría en piedra –contestó su esposa.
–Aún así te atraparía –comentó el marido.
Y en aquel preciso instante, la madre de la chica, que les estaba oyendo, gritó desde su habitación:
–¡Cállate, hija mía! ¿Es así como descubre una mujer todos sus secretos a un hombre?
Así que la chica no dijo nada más.
A la mañana siguiente, al rayar el día, el marido dijo a su esposa que se levantara porque tenía que regresar a su casa. Le pidió que le acompañara un trecho del camino para despedirle. Ella hizo lo que le pedía y en cuanto se alejaron un poco del pueblo, el marido se convirtió en hiena e intentó atrapar a la chica, que se convirtió en árbol, luego en alberca, y después en piedra, pero la hiena casi derriba el árbol, casi se bebe toda el agua y por poco se traga la piedra.
Entonces la chica se convirtió en lo que le había impedido revelar su madre la noche antes. La hiena miró y buscó por todas partes y al fin, temiendo que aparecieran los aldeanos y le mataran, se largó.
La chica recuperó entonces su forma natural y volvió corriendo al pueblo.
'Guarda tus secretos'
cuento del África occidental
en "Caperucitas, Cenicientas y Marisabidillas"
comp. Angela Carter
trad. Ángela Pérez
ed. Edhasa (1992)
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