A campo abierto en algún lugar detrás del Pincio, o ya en Villa Borghese, hay dos tumbas entre los arbustos. No tienen nada de particular, no entrañan ningún hallazgo, simplemente están allí, y sobre ellas está recostada la pareja que alguna vez había hecho grabar sus propios nombres en piedra como recuerdo.
Se ven muchas tumbas en Roma, pero en ningún museo ni iglesia causan tanta impresión como aquí bajo los árboles, donde, como si fuera un picnic, las figuras recostadas parecieran recién haberse despertado de un sueño que duró dos mil años.
Se apoyan en los codos y se miran. Todo lo que falta entre ellos es una canasta con queso, fruta y vino.
La mujer tiene el cabello enrulado; en cualquier momento lo peinará como estaba de moda en el momento en que se quedó dormida. Y se sonríen: una sonrisa larga, muy larga. Te das vuelta y ellos se siguen sonriendo.
No te sorprendas si aun frente a ti esta mirada se sostiene, que no miren para otro lado o la bajen: eso no los hace seres de piedra, sino todavía más humanos.
Robert Musil (1880-1942)
fragmento de 'Tumbas'
en "Atrapamoscas"
trad. Micaela Ortelli
ed. Godot (2015)
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