martes, 4 de octubre de 2016

seres efímeros






   FUERZA.– (A Prometeo.) Obra aquí ahora con insolencia. Roba a los dioses sus privilegios y entrégaselos a seres efímeros. ¿Qué sufrimiento de éstos te pueden quitar los mortales? Prometeo te llaman los dioses, pero usan un nombre que no te cuadra, ya que careces de previsión para ver de qué modo te librarás tú solo de este artificio.

(Se marchan Hefesto, Fuerza y Violencia.)

   PROMETEO. – ¡Oh divino éter y vientos de rápidas alas, fuentes de los ríos, abundante sonrisa de las olas marinas! ¡Y tú, tierra, madre universal!
   ¡También invoco al disco del sol, que todo lo ve!
   ¡Ved qué sufrimientos padezco –¡yo, que soy un dios!– impuestos por las deidades!
   ¡Mirad con qué clase de ultrajes desgarradores he de luchar penosamente por un tiempo de infinitos años!
   ¡Tal es la infame condena que inventó contra mí el nuevo jefe de los felices!
   ¡Ay, ay! ¡Me lamento por el presente y futuro dolor! ¿De qué modo algún día debe surgir el fin de estas penas?
   ¿Pero qué digo? Sé de antemano con exactitud todo el futuro, y ningún daño me llegará que no haya previsto. Debo soportar del modo más fácil que pueda el destino que tengo asignado, porque conozco que es invencible la fuerza del Hado. Pero no me es posible ni callar ni dejar de callar este infortunio, pues –¡desgraciado de mí!– por haber facilitado un privilegio a los mortales, estoy bajo el yugo de estas cadenas.
   Sí. Dentro de una caña robé la recóndita fuente del fuego que se ha revelado como maestro de todas las artes y un gran recurso para los mortales. Y por esta falta sufro el castigo de estar aherrojado mediante cadenas a cielo abierto. 
   ¡Ah, ah!
   ¿Qué rumor, qué perfume invisible ha llegado volando hasta mí? ¿Viene de un dios, de un mortal o de un ser mixto de ambos, que ha llegado hasta el peñascal del fin del mundo? ¿Viene a contemplar mis penas o qué es lo que quiere? ¡Vedme aquí encadenado: a un dios desdichado enemigo de Zeus! Me he concitado la aversión de todos los dioses que tienen acceso al palacio de Zeus por mi amor excesivo a los mortales.
   ¡Ay, ay! ¿Qué aleteo de aves estoy escuchando cerca de mí? Hay en el aire un suave silbo de batir de alas. ¡Horror me causa cuanto se me acerca!














Esquilo (525-456 a. C.)
fragmento de 'Prometeo encadenado'
en "Tragedias"
trad. B. Perea
ed. Gredos/RBA (2006)

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