viernes, 17 de noviembre de 2017

albergue






    Por la noche volvió a equiparse de pies a cabeza con la armadura de bogatir y, con la espada al cinto y el escudo al brazo, salió de palacio para rondar por la ciudad.
   Anduvo por callejuelas a las que ni se asomaba siquiera la guardia, pero tampoco esa noche descubrió nada de particular. Tan sólo vio, allá en un arrabal, una pequeña cabaña donde brillaba luz. 
   –¡Qué cosa! –se dijo Nushaperí-janum–. En esta inmensa ciudad de mi padre hay miles de casas, pero ninguna está iluminada. En cambio, se ve luz en esa cabaña. ¿Por qué no dormirán sus moradores?
   Intrigada, Nushaperí-janum se dirigió hacia el ventanuco donde brillaba luz. 
   Cuando llegó junto a la cabaña vio que crecía un árbol delante. 
   Nushaperí-janum llamó a la puerta y la abrió una viejecita.
   –¿Qué deseas? –le preguntó.
   –¿No me darías albergue? –rogó Nushaperí-janum.
   –Yo daría mi vida por quien llama a mi puerta –contestó afablemente la viejecita. 
   Nushaperí-janum entró en la cabaña y se encontró en una pequeña estancia con dos puertas: una daba paso a la cocina y la otra estaba cerrada. Al mirar a su alrededor vio una espada colgada de la pared.





















del 'Cuento de Nushaperí-janum' (fragmento)
en "Cuentos populares azerbaidjanos"
trad. Isabel Vicente
ed. Anaya (1985)

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