Antes de aparecer la luna llena, he aquí lo que en una ocasión me fue mostrado: eran grandes hornos provistos de muchos tipos de vasijas y vasos, todos ellos alineados radialmente.
Cada uno de ellos tenía sus propios sedimentos así como una secreta determinación para alguna obra singular; pero, porqué ocultarlo, ¡tenía además ante mí una cosa tan divina!, se trataba de una masa movediza que era la imagen del verdadero mundo, pues se podía ver en ella la tierra en el centro de todo, rodeada de un agua muy límpida que se elevaba por los valles y peñascos y que producía todo tipo de frutos tras ser rociada con el agua de lluvia que el viento había traído; producía vino, aceite y leche, y piedras preciosas y metales en abundancia. Resaltaban las humeantes aguas que había sobre la superficie, mezcladas con una sal fluida, transparente y blanca, algunas veces rojiza y amarilla, así como tintas rojas y de otros colores, todo ello rodeado de una especie de éter imperceptible; pero lo que más me sorprendió y me admiró fue ver una sola cosa producir tantas cosas distintas por un medio tan insignificante y tan débil, así como ver que todas estas cosas deberían volver conjuntamente a la unidad por un medio más fuerte y más poderoso.
de 'Del río de las perlas' (fragmento)
en "El arte hermético al descubierto"
Eugenio Filaleteo
trad. Santiago Jubany i Closas
ed. Indigo (1997)
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