Había en el desierto un anacoreta que pacía con los búfalos. Dirigió a Dios esta oración: «Señor, enséñame lo que me falta». Y una voz le dijo «Entra en tal cenobio y haz lo que te digan». Entró, pues, en el cenobio y permaneció en él. Y como no sabía nada del trabajo de los monjes, los monjecitos comenzaron a enseñarle las diversas labores y le decían: «¡Haz esto, idiota!, ¡haz aquello, viejo estúpido!». Y, afligido, le dijo a Dios: «Señor, no comprendo el trabajo de los hombres, envíame de nuevo con los búfalos». Dios se lo consintió, y él volvió al campo a pacer con los búfalos.
Allí abajo, los hombres habían tendido redes. Algunos búfalos cayeron en ellas, y también cayó a su vez el anciano. Le vino este pensamiento: «Si eres hombre, libérate y ve a vivir con los hombres; pero, si eres un búfalo, no tienes manos». Y se quedó en las redes hasta la mañana. Cuando los hombres vinieron a coger los búfalos, quedaron aterrorizados al ver al viejo. Él no dijo palabra. Lo soltaron y lo dejaron marchar. Huyó corriendo detrás de los búfalos.
de 'Hechos de monjes y seglares'
en "Los místicos de occidente I"
Elémire Zolla
trad. José Pedro Tosaus Abadía
ed. Paidós (2000)
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