Hipólito.
(...) vendrá el momento en que con los ladridos
resonarán los huecos de las rocas.
Ahora, sueltos, con su sagaz olfato
husmeen la brisa, y con su hocico en tierra
busquen las huellas, mientras la luz no es clara,
mientras la tierra llena de rocío
mantiene impresa la señal de los pies.
Que uno se apreste a llevar en sus hombros
la carga de las redes de amplia malla,
otro, lazos bien hechos. Que la cuerda, pintada
de rojas plumas, con un vano terror
acorrale a las fieras.
Tú, blande el dardo arrojadizo;
tú, a la vez con la diestra y con la izquierda,
dirige el roble pesado de amplio hierro;
tú, al acecho, lanzarás con tus gritos
en tropel a las fieras; tú, una vez victorioso,
abrirás las entrañas con el curvo cuchillo.
Y tú asiste a tu amigo, diosa virgen viril,
a cuyo reino se consagra
la parte solitaria de la tierra (...)
Sé propicia, tú, diosa: la señal ya han lanzado
los penetrantes perros. ¡Me llaman a las selvas!
Por aquí, seguiré, por aquí que el atajo
acorta el recorrido.
Séneca (4 a. C.-65 d. C.)
del 'Acto primero' (fragmento)
en "Fedra"
trad. Jesús Luque Moreno
ed. RBA/Gredos (2008)
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