He de trascender, pues, ésta mi naturaleza, para ascender como por escalones hacia aquél que me hizo. El primer paso es el de la memoria, campo grande y palacio maravilloso, donde se almacenan los tesoros de innumerables y variadísimas imágenes acarreadas por los sentidos. En ella se almacena cuanto pensamos –acrecentando, disminuyendo o variando de cualquier modo, lo adquirido por los sentidos– y cualquier otra cosa confiada a la memoria y que aún no ha sido tragada y sepultada por el olvido.
Una vez allí, pido a la memoria que me traiga lo que quiero. Algunas cosas se presentan al momento; otras tengo que buscarlas durante más tiempo y sacarlas como de unos escondrijos más secretos. Otras, se presentan como en tropel y cuando quiero buscar otra cosa se me ponen delante, como diciendo: «¿Somos por ventura nosotras las que buscas?» Yo las aparto de mi memoria con la mano del corazón, hasta que se hace claro lo que quiero y salta desde su escondite a mi vista.
de 'Libro X, 8' (fragmento)
en "Confesiones"
San Agustín
trad. Pedro Rodríguez de Santidrián
ed. Alianza (1998)
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