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Pues bien, aquella noche era la noche del Destino, más preciosa que mil meses.
(¡Salam sobre ella hasta la aparición de la aurora!).
Y he aquí que, en la terraza más alta del palacio de Balkis, se dejó oír la voz que callaba desde hacía dieciseis años.
Y era la voz del Lector de los Astros que cantaba:
«Oh Balkis, rostro de ámbar, oh soberana, la estrella Canope, salida en el cielo occidental, viene a ponerse en nuestro cielo.
»Él está sentado –¿quién está sentado?–, diadema y corona, cetro en la mano, barba ondulada, todo en oro.
»Es grande en pensamientos, en magnificencia y en gloria, el más bello del género humano, rey de los genios y de los hombres, de los animales y de las aves, de los cuatro vientos y de los cuatro horizontes.»
Así cantó, desde la más alta terraza, el Lector de los Astros, hombre de edad, nutrido de ciencia, amigo de lo invisible, enemigo de lo tenebroso, próximo al cielo.
Después se calló y entró de nuevo en la noche. Y la noche siguió siendo la noche, con sus cuatro cielos inocentes.
La Reina de Saba
trad. J.-C. Mardrus
versión Esteve Serra
ed. José J. de Olañeta (1992)
imagen: detalle de la portada.
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