Pero hay aún otras palabras:
palabras llenas de misterio,
en los caminos encontradas,
de los herbajes arrancadas,
tomadas de los matorrales
o recogidas de la hierba
o en los senderos cosechadas
cuando yo, pastorcillo, iba
pastoreando los rebaños
a través de los dulces prados,
por montes de dorados flancos.
El frío díjome canciones,
la lluvia murmuró palabras,
y otras muchas también los vientos,
otras las olas del mar;
los pájaros trajeron sones,
versos las copas de los árboles.
Rodar los hice cual pelota,
los enredé como un ovillo,
y puse aquélla en mi trineo,
puse en mi carro la madeja;
a casa los llevó el trineo,
el carro los llevó al granero,
y yo los puse en un vasar,
en un cobrizo recipiente.
Mis cantos soportaron frío
por mucho tiempo; allí quedaron,
en lo oscuro. ¿Debo sacarlos
del frío?, ¿debo rescatarlos
del hielo que soportan?, ¿debo
llevar a casa mi vasija,
ponerla sobre la banqueta,
bajo las vigas decoradas
del techo?, ¿debo destapar
la cajita de las palabras,
abrir mi cofre de canciones,
romper de la madeja el nudo,
sacar el hilo del ovillo?
Elias Lönnrot (1802-1884)
fragmento de "El Kalevala"
trad. Joaquín Fernández y Ursula Ojanen
ed. Alianza (1992)
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