domingo, 24 de julio de 2016

el antepasado







   Los cuatro varones y las cuatro hembras eran ocho dobles debido a su sexo. Los cuatro hombres eran hombre y mujer, las cuatro mujeres, mujer y hombre. En los hombres, el responsable era el hombre; en las mujeres, la mujer. Se han acoplado a sí mismos y por sí mismos han engendrado y procreado.
   Pero cuando se cumplió el tiempo, un oscuro instinto llevó al primogénito al hormiguero investido por los Nommo. Llevaba sobre la cabeza, a modo de tocado y como para protegerse del sol, la escudilla de madera en que ponía su comida. Colocando sus dos pies en el agujero del seno terrestre, se hundió lentamente como en un parto a la inversa. 
   Todo él penetró de esta forma en la tierra y su misma cabeza desapareció. Pero, como testimonio de su paso por este mundo, dejó sobre el suelo la escudilla que los bordes de la abertura habían retenido. No quedaba sobre el hormiguero más que un hemisferio de madera impregnado de los alimentos y gestos del desaparecido, símbolo de su naturaleza humana como lo es de la naturaleza animal la funda que abandonan los reptiles después de la muda. 
   Liberado de su condición terrestre, el antepasado fue puesto bajo la tutela de la pareja regeneradora. El macho le condujo al fondo de la tierra, a las aguas de la matriz de su compañera. Se replegó como un feto, se redujo como un germen, alcanzó la calidad de agua, semilla de Dios, esencia de los dos genios.
















fragmento de la cosmogonía dogon
según Ogotȇmmeli /
Marcel Griaule
en "Dios de Agua"
trad. Àngels Gutiérrez
ed. Altair (1987)

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