Hijo de la muerte,
Padre de todas las madres,
Rey de todos los reyes.
Llevas la negrura del bosque
Como una vestidura real.
Llevas la sangre de tus enemigos
Como una brillante corona.
Sé misericordioso conmigo,
Como la ceiba es misericordiosa con la selva,
Como el águila es misericordiosa con los pájaros.
El pueblo descansa en la palma de tu mano,
Ligero y frágil.
No lo destruyas:
Nuestro destino descansa en tu mano;
Empúñalo cuidadosamente
Como tu cetro de cuentas.
Los enemigos que desean destruirte,
Se destruirán ellos mismos.
Cuando quieran asar maíz
Le prenderán fuego a sus techos.
Cuando quieran vender agua
Habrá sequía.
El tamiz siempre será dueño de la paja.
El lirio de agua siempre flotará en el lago.
Hijo de la muerte,
Los pelos de tu pecho son tan numerosos
Como las palabras de una mujer conversadora.
Agarras las cabezas de tus enemigos
y hundes sus rostros en agua hirviente.
Tú cierras la puerta frente a sus narices
Y guardas la llave en tu bolsillo.
Hijo de la muerte,
Padre de todas las madres,
Rey de todos los reyes.
Oríkì del Alāfin de Óyó
en "Poesía anónima africana" tomo 2
Rogelio Martinez Fure
ed. Arte y Literatura (1985)
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