sábado, 2 de julio de 2016

un espíritu






El duque Huan cazaba en la marisma del monte. Kuan Chung conducía el carro. Vio a un espíritu. El duque, poniendo su mano sobre la de Kuan Chung, le preguntó: Mi padre Chung ¿ha visto su Merced algo? Le respondió: Su servidor nada ha visto. El duque vuelto a casa enfermó de languidez. Muchos días no salió del palacio. Un letrado del país Ch'i, llamado Huang Tzu Kao Ao dijo: El duque, él mismo, se está haciendo daño. ¿Un espíritu cómo puede dañar al duque? El mal humor concentrado, si se va disolviendo y no se repara, llega a faltar; si sube hacia arriba y no baja, el hombre se hace irritable; si baja y no sube, el hombre se hace olvidadizo; si ni sube ni baja sino que se queda en medio del cuerpo y en el corazón, entonces el hombre viene a enfermar. El duque Huan le preguntó: ¿Pero existen o no los espíritus? Sí, le contestó, existen. En el fondo del agua suele estar el espíritu Li. En los hornos de la cocina suele estar el espíritu Chi. En las barreduras, dentro de las casas, suele residir el espíritu del trueno Lei Ting. En el suelo de la parte Nordeste de las casas suele andar brincando P'ei wa hua lung. En el suelo de la parte Noroeste de la casa habita I yang. En las aguas vive el Wang hsiang, el espíritu de las ilusiones. En las lomas o montículos reside Shen. En las montañas, K'uei. En los desiertos, P'ang huang, el espíritu de la duda, y en las marismas el espíritu Wei i, el rastrero. El duque preguntó: ¿Qué figura tiene el espíritu Wei i? Huang Tzu le respondió: El Wei i es de la altura de una rueda de carro, largo como la vara del carro; el color de su vestido es azul y su gorro es rojo. Este espíritu tiene horror al trueno y al ruido del rodar del carro. Se queda plantado, cogiendo la cabeza entre sus manos. Quien lo ha visto está a punto de llegar a ser un gran monarca. El duque Huan se sonrió y dijo: Es el que vio mi pobre persona. Después se arregló sus vestidos y su gorro y se sentó con él. Antes del fin del día, sin caer en la cuenta, la enfermedad había desaparecido del todo.



















Chuang tzu (370-287 a.C.)
en "Chuang tzu"
trad. Carmelo Elorduy
ed. Monte Avila (1984)  


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