(...) El alma en sí misma es simple e indiferenciada en la forma, pero al revestirse con este aspecto humano oculta su belleza natural y configura, respecto al lugar y el tipo de esta envoltura, unas cosas voluntariamente y otras por necesidad. El alma, por consiguiente, no sólo tiende al cuerpo, sino también a una determinada clase de cuerpo. En efecto, ella quiere un cuerpo masculino o uno femenino. Y unas veces el alma quiere un cuerpo con una extraordinaria y realmente extraña mezcla de ambos. Y en el caso de que las almas no obtengan un cuerpo que sea por naturaleza de tal clase, inmediatamente lo acompasan con arreglo a sus propias revoluciones y lo transforman en algo semejante a sí mismas.
Libro II, 8
en "Sobre la música"
Arístides Quintiliano
trad. Luis Colomer y Begoña Gil
col. 'Los clásicos de Grecia y Roma'
ed. Planeta-DeAgostini/Gredos (1997)
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