Un día, Afanti pidió prestada a un rico una olla de hierro. Transcurridos algunos días, Afanti se la devolvió junto con una olla pequeña. Satisfecho por haber sacado ventaja, el rico preguntó a Afanti con curiosidad:
– ¿Por qué me devuelves una olla más?
– Señor – dijo Afanti –, la olla que usted me prestó estaba embarazada y dos días después de haberla llevado a mi casa dio a luz. Por ello se la devuelvo junto con su hijo.
– Bien, cuando necesites, puedes venir a buscar las ollas – manifestó el rico sin poder ocultar su satisfacción.
Varios días después, Afanti vino otra vez a pedir prestada una olla más grande, diciendo que habían llegado algunos visitantes a su casa.
El rico le ofreció de buen grado la mayor olla de que disponía.
Las semanas transcurrieron una tras otra sin que Afanti viniese a devolver la olla. Cuando el rico se disponía a ir en su búsqueda, Afanti se presentó con gran tristeza y, exhalando un suspiro, exclamó:
– ¡Ay! ¿Por qué Dios ha querido castigarme? Su olla murió al día siguiente de haberla llevado a mi casa. Pensaba darle la noticia después de los cuarenta días de luto, pero temiendo que usted se inquietase, he venido apresuradamente a comunicárselo.
– ¡Tonterías! – gritó con rabia el rico –. ¡No pienses que puedes burlarme! ¿Cómo puede morir una olla hecha de hierro?
– No tiene razón, mi señor – dijo Afanti –. Si usted reconoció que la otra olla había tenido un hijo, ¿por qué duda ahora que la olla grande haya muerto?
"Cuentos de Afanti"
comp. Zhao Shijie
ed. Ediciones en Lenguas Extranjeras - Beijing (1986)
imagen: ilustración de Cai Rong
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