lunes, 23 de febrero de 2015

vino








No soy el primero en notar que la compañía hace que el vino se disfrute más y resulte más memorable, en tanto que el vino inspira una mejor cualidad en la conversación. 
Los amantes del vino no tragan; beben de a sorbos. De ese modo no sólo la botella dura mayor tiempo, sino que también da la impresión que el tiempo pasa más lentamente. Hace años leí en un trabajo de algún historiador Bizantino la afirmación que los Griegos se convirtieron en filósofos una vez que comenzaron a agregar agua a sus vinos. Antes que hicieran eso, sus vinos tenían una graduación alcohólica tan alta que después de beberlos, uno no servía para nada, salvo manotear un escudo y una lanza y buscar a alguien con quien pelearse. Entonces un día ocurrió un milagro. Una lluvia ligera cayó sobre las copas de vino que habían quedado a la intemperie, dejadas allí por un grupo de amigos, y cuando éstos regresaron para continuar bebiendo y probaron el vino aguado, se asombraron de lo agradable que era de beber y de lo despejadas que quedaban luego sus cabezas. Las noticias de este descubrimiento se esparcieron a lo largo y a lo ancho, y en nada de tiempo había un filósofo en cada pueblo de Grecia.




I’m not the first one to notice that company makes wine more enjoyable and more memorable, while the wine inspires a better quality of conversation. Wine lovers don’t guzzle; they sip. Doing that not only makes the bottle last longer, but also gives the impression that time is passing more slowly. Years ago I read in a work of some Byzantine historian the claim that Greeks became philosophers once they started watering their wines. Before they did that their wines were so high in alcohol that one was good for nothing after drinking them, except to pick up a shield and a spear and look for someone to have a fight with. Then one day a miracle occurred. A little rain fell into the wine cups left outdoors by a party of friends and when they returned to resume their drinking and tasted the watered wine they were astonished by how pleasant it was to drink and how clear their heads were afterwards. The news of their discovery spread far and wide and in no time there was a philosopher in every village in Greece.









fragmento de un artículo de Charles Simic
originalmente publicado en el blog del NewYorkReviewOfBooks
trad. Ricardo Messina


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