viernes, 8 de abril de 2016

el campo de batalla






   Nos entregábamos con mucho celo a nuestra tarea de reconocedores del terreno y por ello tuvimos acceso con frecuencia a lugares que poco antes habían sido intransitables. Echábamos así una ojeada a los fenómenos ocultos que acontecen en el campo de batalla. En todas partes topamos con las huellas de la Muerte; parecía que ningún alma viviente habitara aquel desierto. Aquí yacía, detrás de un seto derruido, un grupo de hombres; los cuerpos estaban aún cubiertos por la tierra reciente que sobre ellos había caído como una lluvia después de la explosión. Allí yacían dos enlaces, derribados junto a un embudo del que seguía brotando el vaho sofocante de los gases explosivos. En otro lugar encontramos numerosos cadáveres diseminados en una pequeña extensión: allí había muerto sin duda una unidad de camilleros, caída en el centro de un remolino de fuego, o tal vez fueran los hombres de una sección de la reserva que se habían extraviado. Nosotros aparecíamos y abarcábamos de una ojeada los secretos de aquellos rincones mortales; luego desaparecíamos.
















Ernst Jünger (1895-1998)
en "Tempestades de acero"
trad. Andrés Sánchez Pascual
ed. Tusquets (2011)

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