La hoja vuelve siempre su cara superior hacia el cielo por que pueda así recibir con toda su superficie el rocío que lentamente desciende del árbol. Las hojas se distribuyen sobre sus plantas de modo que se incomoden lo menos posible: terciándose unas de otras, tal como podemos ver en la hiedra que cubre los muros. Esta alternancia sirve a dos fines, a saber: dejar intervalos por los que el aire y el sol puedan penetrar y, una segunda razón, permitir que las gotas caídas de la primera hoja puedan caer sobre la cuarta o, en otros árboles, sobre la sexta.
Leonardo da Vinci (1452-1519)
en "Tratado de pintura"
trad. Angel Gonzáles García
ed. Nacional (1982)
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