Coincide que los maestros taoístas son también a veces marionetistas. La manipulación de muñecos con hilos (kuilei) es considerada por algunos la forma de teatro más antigua de China. (...)
El papel religioso del teatro de marionetas es aún más evidente que el teatro de actores humanos. Es raro que se llame a los marionetistas por el mero espectáculo: las marionetas tienen un poder que hace de ellas auxiliares preciosos en la lucha contra las malas influencias, por lo que se invita a la compañía sobre todo para exorcizar males en caso de incendio, inundación, sequía y epidemia, o bien para purificar casas y templos de nueva construcción, o también cuando se presentan ofrendas importantes a las divinidades o a las almas errantes. Los muñecos no representan simplemente a los dioses, sino que son los propios dioses.
Una compañía se compone en principio de treinta y seis cuerpos y setenta y dos cabezas, que suman un número de ciento ocho, correspondiente al conjunto de constelaciones. Las marionetas representan, pues, todas las esencias del universo. Antes de entrar en acción, las marionetas se consagran del mismo modo que las estatuas de las divinidades y las tablillas de los antepasados, y quedan animadas de un poder espiritual que es el de los dioses a quienes representan. Tan temible es su fuerza que, cuando expulsan a los demonios con sus cantos y danzas o cortan a los demonios invisibles con sus armas en miniatura, nadie se atreve a mirar. La orquesta toca, el maestro de marionetas recita las fórmulas sagradas, los muñecos se mueven... Pero el espacio ante el escenario permanece vacío, porque las buenas gentes se encierran en sus casas, temiendo que los demonios, en pleno pánico, tomen sus cuerpos como refugio.
Kristofer Schipper
en "El cuerpo taoísta"
trad. Joaquín Pérez Arroyo
ed. Paidós (2003)
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