Mucho tiempo antes de ahora, cada vez que Wei se ocultaba detrás del gran Auyan-tepui, las gentes quedaban envueltas en la mayor oscuridad, porque la luna no alumbraba la tierra, sino que vivía en el valle y era un hombre llamado Kapei, semejante a cualquier otro arekuna.
Cierta vez, Kapei se enamoró de la sombra de un hermoso muchachito, la robó, se la llevó a su rancho y la ocultó dentro de una gran olla, que colocó luego boca abajo sobre la tierra.
Pero el niño allí metido se puso enfermo y Kapei vio que no había otro remedio sino hacer que lo visitase el piache. Llamó entonces a sus dos hijas, que eran muchachitas crecidas, y les dijo:
–Ya sabéis que estoy enemistado con la gente y que no quiero que nadie me vea. Así, pues, voy a esconderme dentro de aquella olla y vosotras la volcaréis, lo mismo que hice yo con la del niño. Cuando venga el piache, no vayáis a decirle dónde estamos ni el muchachito ni yo.
Pues Kapei quería que el piache no pudiera quitarle al niño.
Las hijas de Kapei hicieron todo cuanto su padre les había ordenado y avisaron luego al piache, el cual, en cuanto llegó a la maloka, preguntó dónde estaba el niño a quien tenía que curar, pero las muchachas le respondieron que lo ignoraban.
El piache entró en la casa, pues sabía que allí estaba la sombra del niño, y miró hacia todos los rincones hasta que vio las dos ollas. Las golpeó entonces con un gran mazo que llevaba y las rompió, descubriendo así a Kapei y al muchachito.
Con el piache habían penetrado en la maloka muchos Ayug o sombras, que siempre lo acompañaban para ayudarlo en sus curaciones. Él se dirigió a uno de aquéllos, que era la sombra de un árbol, y le ordenó que sacase fuera el alma del niño.
En cuanto la sombra del árbol salió del rancho, llevándose la del muchacho, el piache y los demás Ayug dieron una tremenda paliza a Kapei, y luego le advirtieron:
–Tienes que abandonar este poblado y no volver nunca por aquí.
Pues Kapei quería que el piache no pudiera quitarle al niño.
Las hijas de Kapei hicieron todo cuanto su padre les había ordenado y avisaron luego al piache, el cual, en cuanto llegó a la maloka, preguntó dónde estaba el niño a quien tenía que curar, pero las muchachas le respondieron que lo ignoraban.
El piache entró en la casa, pues sabía que allí estaba la sombra del niño, y miró hacia todos los rincones hasta que vio las dos ollas. Las golpeó entonces con un gran mazo que llevaba y las rompió, descubriendo así a Kapei y al muchachito.
Con el piache habían penetrado en la maloka muchos Ayug o sombras, que siempre lo acompañaban para ayudarlo en sus curaciones. Él se dirigió a uno de aquéllos, que era la sombra de un árbol, y le ordenó que sacase fuera el alma del niño.
En cuanto la sombra del árbol salió del rancho, llevándose la del muchacho, el piache y los demás Ayug dieron una tremenda paliza a Kapei, y luego le advirtieron:
–Tienes que abandonar este poblado y no volver nunca por aquí.
'Cómo subió al cielo la luna' (fragmento)
mito arekuna
en "Kuai-Mare, mitos aborígenes de Venezuela"
comp. Maria Manuela de Cora
ed. Monte Avila (1972)
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