En tiempos del emperador Mu, de la dinastía Zhou, los del Lago del Oeste hicieron de ofrenda en señal de sumisión unos puñales Kunwu que abrían el jade y unas copas que brillaban sin parar toda la noche. Los puñales, de varios palmos de largo por uno de ancho, cortaban el jade como si fuera barro, y las copas, con capacidad para tres cuartillos, estaban hechas del más puro jade blanco y daban luz toda la noche ininterrumpidamente, tanta que si uno sacaba una al medio del salón de audiencias en mitad de la noche y la levantaba al cielo, los resplandores y los jugos de la noche venían a depositarse en ella y a colmarla, y aquél líquido tenía un sabor inigualablemente dulce y suave. Servía también de objeto ritual para convocar la esencia espiritual de las personas.
de 'Crónicas de los diez continentes'
en "Mitología clásica china"
trad. Gabriel García-Noblejas
ed. Trotta (2004)
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