La noche había absorbido los últimos grumos de nubes blancas. La bóveda del firmamento se había puesto de un azul diáfano. Todas las estrellas del espacio titilaban, (...)
Tras un profundo silencio, el mendigo dijo:
–Ahora que ya hemos terminado de comer y puedo ir diciendo por todas partes que he compartido en dos ocasiones la comida del gran rey Hammadi, quisiera retirarme, pues aún me queda un largo camino por recorrer hasta llegar a mi casa.
–Oh venerable anciano –replicó Hammadi–, quisiera hablarte de mí, pues la invocación que hiciste al franquear el umbral de mi morada y la manera en que te has lavado las manos me han puesto sobre aviso. Estoy convencido de que distas mucho de ser el pobre mendigo por el cual te haces pasar. Te lo ruego, oh eminente padre del saber, oh varón honorable por el número de sus años y la cantidad de cosas vistas y vividas. Oh varón muy anciano, has de saber que el pobre ignorante que soy, hace años que corre, noche y día, en pos de un hombre que conozca y no tenga inconveniente en explicarle un cierto número de cosas vistas durante su largo viaje al misterioso país de los símbolos, el país de los enanos servidores de Kaidara, Kaidara el portentoso. Si pudiese apagar mi sed en las claras y puras aguas de tu inmenso río de ciencia, me consideraría gratificado con la mayor ventura que un hijo de Adán pueda alcanzar en este mundo que se mueve sobre una tierra que se transforma. Instrúyeme, tú que eres oro envuelto en un trapo viejo y tirado a la basura que se amontona en la calle, para mejor ocultar tu cualidad de gran maestro y tus virtudes de erudito. Estoy dispuesto a darte la mitad de mi fortuna, y a compartir mi reino contigo. Si con eso no basta, me convertiré gustoso en tu esclavo para aflojar las correas de tus sandalias.
El mendigo masculló unas palabras y luego dijo en voz alta:
–No es necesario que te arruines y aún menos que me entregues la mitad de tu reino, ni que te conviertas en mi sirviente para desatarme las sandalias. He viajado mucho. He visto muchas cosas. Me he entrevistado con muchas cabezas canosas. Soy por tanto un mayor para ti y escucharé con agrado lo que tengas que decirme. Y si puedo serte de alguna utilidad, me aplicaré gustosamente. Me has complacido con tu hospitalidad y tu humildad, que demuestran que tu talla oculta es mayor que la altura aparente de tu cuerpo.
fragmento de "Kaidara"
-cuento iniciático peule-
Amadou Hampâté Bâ
trad. Fermín Guisado
ed. Kairós (2001)
No hay comentarios:
Publicar un comentario